Por Mario Elsner*
En el mundo logístico, donde los plazos son estrictos y los márgenes de error mínimos, la necesidad de controlar cada detalle puede parecer esencial para asegurar el éxito. Muchos líderes suelen pensar que, para mantener la operación sin contratiempos, deben estar en todo y supervisar hasta el último eslabón de la cadena, lo cual no solo es desgastante, sino que puede convertirse en un obstáculo que limita la capacidad de adaptación y crecimiento del equipo.
Ese fue mi caso cuando, a los 30 años, me ofrecieron el puesto de gerente nacional. Era una oportunidad que me hacía sentir que todos mis esfuerzos habían valido la pena. Pero, junto con esa emoción, llegó un miedo sutil, ese que se instala en el fondo de la mente y te hace pensar: “Si no lo hago todo yo, esto se desmoronará.”
El miedo no siempre se manifiesta con pánico evidente, a menudo se esconde detrás de la necesidad de control. En mi nuevo puesto creía que la única manera de asegurar el éxito era supervisar hasta el más mínimo detalle. Contestaba todos los correos, asistía a todas las reuniones y, cuando terminaba la jornada, seguía trabajando en un pequeño hotel en Reforma, lejos de casa y de cualquier sentido de equilibrio. “Si no estoy encima de todo, fallaré”, me repetía a mí mismo, sin darme cuenta de que, irónicamente, esa era la semilla del fracaso.
¿Cuántas veces has pensado que si no controlas cada aspecto todo se vendrá abajo? ¿Has sentido el peso de querer demostrar constantemente que eres capaz, incluso a costa de tu bienestar?
Si estas preguntas te suenan familiares -y más en un entorno logístico demandante y voraz- es porque el miedo a fracasar nos lleva a actuar como si tuviéramos que ser los héroes solitarios de nuestra historia. Y eso, al final, nos pasa factura.
Lo he vivido. En uno de los proyectos más importantes de mi carrera -una campaña de exhibidores para Navidad-, mi obsesión por el control se convirtió en el mayor obstáculo. Mis constantes revisiones y la incapacidad de delegar convirtieron un plan meticuloso en un desastre.
El día del lanzamiento todo salió mal. Los exhibidores no resistieron y se rompieron y, lo que podría haberse evitado, se convirtió en un fracaso rotundo. Esa noche, mientras miraba el techo de mi habitación de hotel, solo podía pensar: “¿Qué más podría haber hecho?”. Pero la respuesta no era hacer más, sino hacer menos y confiar más.
Recuerdo que en esa ocasión mi jefe, en lugar de regañarme, me dio un consejo que se quedó grabado en mi mente: “No tienes que hacerlo todo tú. Confía en que puedes corregir los errores, en vez de intentar controlarlo todo desde el principio”. Estas palabras, simples pero profundas, resonaron durante días. Por primera vez entendí que mi afán de control no era una muestra de fortaleza, sino de miedo.
Soltar el control fue un proceso. Empecé por delegar pequeñas tareas, confiando en que mi equipo tenía la capacidad de tomar decisiones. Al principio, cada paso era incómodo; la tentación de volver a tomar el mando era fuerte. Pero lo que descubrí fue revelador: no solo eran capaces, sino que sus ideas y enfoques aportaban mucho más de lo que yo solo habría logrado. Empezaron a surgir soluciones creativas, se reforzó la confianza en el equipo y los resultados mejoraron.
Desde ese fracaso, mi visión del liderazgo cambió. Dejé de actuar por miedo a que las cosas salieran mal y empecé a liderar con ganas de que salieran bien. Y esa es la diferencia que transforma. Si estás liderando desde un lugar de control y miedo, te invito a que reflexiones: ¿estás dispuesto a confiar en tu equipo y permitirles que brillen, incluso si eso significa soltar un poco de control?
El camino para aprender a soltar es difícil, pero indispensable. Más en esta industria donde delegar de manera inteligente marca la diferencia entre el caos y el flujo óptimo. ¡No tienes que hacerlo todo tú! La próxima vez que sientas la carga de la responsabilidad aplastarte, recuerda que liderar no es sinónimo de control absoluto, sino de saber cuándo guiar y cuándo permitir que otros avancen por sí mismos. ¿Te hace sentido? ¡Ahí te la dejo! ¡Hasta la próxima!
Te invito a leer mi columna anterior: El secreto de los introvertidos para impactar sin gritar
*Mario Elsner es especialista en liderazgo y formación de equipos. Es CEO de Business Game Changers, escuela de formación de liderazgo. También es director regional en una trasnacional de productos de consumo.
Comenta y sigue a Mario a través de LinkedIn
Comenta y síguenos en X: @GrupoT21