En el marco del apagón que el 28 de abril pasado que dejó sin energía eléctrica a toda la península ibérica, afectando además parcialmente otras naciones del centro y norte de Europa y que de acuerdo a una nota publicada el día 29 de ese mismo mes en la revista “National Geographic España”, firmada por Sergio Parra, “no tiene precedentes y revela la fragilidad oculta de las infraestructuras más esenciales”, me viene a la mente otro texto, en este caso de mi autoría, publicado en este mismo espacio en julio del año 2013 en el que comenté sobre la posibilidad de que estuviésemos ateniéndonos demasiado a las falibles computadoras en la aviación, algo que se podría ilustrar con las decenas de accidentes e incidentes aéreos en los que este componente pudiera haber resultado ser un factor, reflexionando sobre la posibilidad de que quizás nos hemos excedido un poco en el empleo y dependencia de tecnologías que quizás simple y sencillamente no podemos controlar en asuntos tan vitales como la seguridad, regularidad y eficiencia del aerotransporte, planteando la pregunta en el sentido de que ¿no será que estamos perdiendo el equilibrio en materia de automatización?
Enterarme de versiones que apuntan a un fallo tecnológico más que a un atentado terrorista o a la falta de algún suministro como la causa del reciente apagón me convence que definitivamente hemos perdido no solamente el equilibrio en materia de automatización, sino en nuestra dependencia en la tecnología.
Creo que no soy el único que seguramente entra en pánico, o cuando menos sufre un severo dolor de cabeza cuando falla, siquiera por unos pocos minutos, aquello tecnológico que crecientemente empleamos en toda nuestra vida (casa, transporte, escuela, trabajo, socialización, inventarios, medicina, comunicación, abasto, finanzas, recreación, etc.) o falta aquello que lo hace funcionar, caso de la energía eléctrica. ¡Qué decir cuando esa pausa, contrario a lo que uno justificadamente se espera, no resulta extremadamente breve, y, por el contrario, se prolonga, a veces demasiado, caso que estamos abordando, por más de 12 horas!
¿Qué hacemos? ¿Cómo resolvemos esto o aquello? ¿Qué va a pasar con tal o cual cosa, proceso o actividad? ¿Y si tarda demasiado en regresar la luz? ¿Cómo vamos a continuar con el trabajo o a entregar esa tarea? ¿De qué manera vamos a entretenernos? ¿Cómo nos comunicamos? ¿Va a morir gente a causa de ello, por ejemplo, en un hospital?
La alarma en Europa el pasado 28 de abril fue tal que los gobiernos tuvieron que adoptar medidas excepcionales, caso de España en la que se activó el nivel 3 de emergencia nacional que implicó el despliegue del ejército en varias regiones. Y es que no hay que olvidar que los apagones generalizados, además de impactar en lo cotidiano llegan a relacionarse con disturbios que convierten a las urbes en tierra de nadie, caso de Nueva York los días 13 y 14 de julio del año 1977.
En un mensaje publicado en sus redes sociales ante lo ocurrido, la escritora cubana Wendy Guerra aprovechó para recordarles a los angustiados españoles que eso de la falta de energía eléctrica en Cuba es cosa de todos los días. La pregunta es obligada: ¿Cómo se las ingenian “los de la isla” para seguir adelante con su vida en el escenario de prolongadas carencias del que ahora debemos reconocer como vital fluido eléctrico?, cuestionamiento que me hace pensar, no tanto en la necesidad de desenterrar esa máquina de escribir Olivetti Lettera mecánica que empleaba en la prehistoria para elaborar ciertos textos, sino en la urgencia de encontrar la manera de evitar caer en un escenario en el que uno dependa completamente de la tecnología o el abasto de ciertos insumos para funcionar en lo básico en caso de alguna contingencia.
Nos guste o no, producto de causas naturales o por actos humanos, vamos a tener que enfrentar tarde o temprano algo que no esperábamos y más conforme la creciente demanda, el abuso del empleo de ciencias en realidad no totalmente probadas, la falta de mantenimiento de instalaciones o equipos, los errores humanos o la interferencia ilícita agreguen presiones en la provisión de ciertos insumos o servicios.
Me da la impresión que no solamente Europa, sino el mundo entero recibió una lección el pasado 28 de abril. Ojalá y en serio hayamos aprendido algo de ello.
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