El objetivo recurrente de crecer sin comprometer rentabilidad tiene como un pilar fundamental el controlar los costos logísticos. Sin embargo, entre lo que se desea y lo que realmente se logra, hay una brecha que cada día crece más, en lugar de cerrarse.
Pocas veces se discute con suficiente transparencia el hecho de que la logística se ha convertido en uno de los mayores desafíos financieros para las empresas, particularmente para las pequeñas y medianas. Hoy, la pregunta no debería ser si estamos innovando en nuestros modelos de negocio, sino si estamos logrando controlar el precio de mover productos del punto A al punto B. Y si no lo estamos haciendo, ¿quién termina pagando esa ineficiencia?
De acuerdo con Cash Flow Inventory, los costos logísticos representan hasta el 45% del costo total de operación de una empresa, dependiendo del tipo de industria. Este rango debería ser suficiente para darle a la logística el mismo nivel de atención estratégica que a las ventas, la tecnología o la innovación. Pero en la práctica, no es así.
En el caso de las pequeñas y medianas empresas (pymes) mexicanas, la situación es más crítica. Esto se debe a que carecen de economías de escala, infraestructura propia y procesos profesionalizados. Lo anterior es una paradoja muy llamativa: dichas empresas representan el 42% del PIB nacional y el 78% del empleo en México, y son quienes tienen los mayores obstáculos para operar de forma eficiente. En este contexto, controlar los costos logísticos no es una meta ambiciosa, es una necesidad urgente.
La última milla: eslabón con un alto costo
Uno de los puntos más críticos dentro de la cadena logística es la última milla, es decir, el tramo final del envío hasta el cliente. Según Gartner, la última milla representa hasta el 41% del costo total de entrega. No solo eso: junto con las devoluciones, es el punto de mayor margen de error, por lo que se resienten de forma relevante los problemas de puntualidad, rastreo, empaques inadecuados o devoluciones.
Cuando esta parte del proceso no está bien diseñada, o recae en manos no capacitadas, el cliente final lo nota… y la empresa lo paga: en quejas, en devoluciones, en abandono de marca.
Es aquí donde muchas empresas descubren, demasiado tarde, que “hacerlo todo en casa” no siempre es rentable. Intentar replicar capacidades logísticas sin una infraestructura adecuada no solo no abarata el proceso, sino que puede hacerlo financieramente insostenible.
La explosión del comercio electrónico también ha puesto presión sobre los modelos logísticos. Según The Business Research Company, el mercado global de logística para e-commerce pasará de 659 mil millones de dólares (mdd) en 2023 a más de 756 mil mdd este año, con una tasa de crecimiento anual de 14.6 por ciento.
Ese crecimiento exige más entregas, más rapidez, más precisión… y sí, más costos. Las empresas que no profesionalicen sus procesos logísticos están destinadas a sufrir márgenes cada vez más estrechos. Y el consumidor, acostumbrado a experiencias de compra ágiles y eficientes, será menos tolerante ante errores o demoras.
Finalmente, debo destacar que controlar el gasto logístico no significa reducir los costos a toda costa, sino entenderlos, gestionarlos y optimizarlos. Significa saber cuándo hacerlo internamente y cuándo apoyarse en aliados que ya tienen el conocimiento, la red, la tecnología y la experiencia.
En Mail Boxes Etc. lo hemos visto de primera mano: las pymes que externalizan de forma estratégica sus procesos logísticos logran no solo mejorar su eficiencia operativa, sino también cuidar mejor a su cliente final. Esa es, al final del día, la mejor manera de controlar un costo: asegurarse de que está generando valor más allá de la cifra en el reporte de resultados. Ver el beneficio en la experiencia del usuario, se traduce en una ventaja competitiva de lo más relevante.
Te invito a revisar mi columna anterior: ¿Quién va a ganar más con la llegada de comercios mexicanos a Temu?
Ilan Epelbaum actualmente es director general de MBE México.
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